El VIAJE DE BENEDICTO XVI A TIERRA SANTA

Demasiado poco, demasiado tarde.

Henrique Cymerman.

Se dice que las comparaciones son odiosas. Pero cuando un papa visita una tierra tan santa para las tres grandes religiones monoteístas, las analogías son prácticamente inevitables. Todo el pueblo judío, y especialmente los cada vez menos supervivientes de la shoah, tenía sus ojos puestos en cada gesto y cada palabra de Benedicto XVI cuando escuchaba el lunes la oración fúnebre en el memorial de Yad Vashem, en Jerusalén. Todo era explosivo.

El papa alemán, presentado en Israel como antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas y soldado de la Wermacht, había sido llevado al lugar en un helicóptero de la Fuerza Aérea israelí. El Vaticano decidió que no visitaría el museo adyacente a raíz de una foto expuesta: la del papa Pío XII, al que Yad Vashem acusa de no haber hecho lo suficiente para evitar el exterminio de seis millones de judíos, y al que la Santa Sede estudia beatificar. El gran rabino Israel Lau fue salvado por su hermano Naftali cuando tenía seis años.Estaba en el campo de concentración de Buchenwald. Este, un judío laico ysocialista, protegió al pequeño Israel y lo ayudó a sobrevivir. Lau, presidente de Yad Vashem, se movía incómodo en la silla al escuchar al Papa condenar de forma general la tragedia, sin hacer referencia a los nazis. Para él, el Papa perdió una oportunidad de combinar los dos elementos de su identidad: jefe de la Iglesia católica y ciudadano alemán.

Las declaraciones del Papa contra el revisionismo fueron tajantes. Hace tan sólo diez años hubiesen tenido un eco extraordinario en el mundo judío. Sin embargo, cuando se recuerda la imagen de Juan Pablo II visitando Yad Vashem en el 2000 como si fuera un superviviente más y abrazando a las víctimas de la shoah pálido de emoción, las palabras de Benedicto XVI saben a demasiado poco, demasiado tarde. Es muy importante que, 64 años después, el papa alemán, que vivió la época nazi en primera persona, haya colocado un ramo de flores en la sala del recuerdo de Yad Vashem. Aun así, los israelíes no pueden dejar de señalar la gran diferencia. Juan Pablo II trajo con él su historia personal y el dramático recuerdo de sus vecinos y amigos que se esfumaron en la shoah. Benedicto XVI, en cambio, con un tono más distante, eligió dejar su biografía fuera del memorial.

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